"La señal"
El líder del equipo de investigación, el doctor de origen argentino Carlos Palermo, había dedicado su vida a estudiar los sonidos de la galaxia y se propuso desentrañar el origen de aquella sonoridad desconocida. Pero pronto se dio cuenta de que algo no estaba bien. La señal no era tan solo una transmisión de radio, sino una llamada desesperada que provenía de una civilización extraterrestre en peligro.
Retornando al año 2020. Carlos era un bisoño estudiante de física que soñaba con descubrir los secretos más ocultos del universo. Pero su vida dio un giro inesperado cuando su padre, un astrónomo de reconocido prestigio, el doctor Ricardo Palermo, murió en un accidente al caer desde la parte más alta del telescopio que estaba construyendo.
A partir de ese momento, el joven Carlos se dedicó en cuerpo y alma a la investigación espacial, convencido de que debía continuar el legado de su padre. Años después, su dedicación lo llevó a ser el líder del equipo de expertos que descubriría la enigmática señal extraterrestre.
De vuelta al año 2050. Carlos estaba obsesionado con descifrar aquel raro sonido. Sabía que el tiempo era crucial, y que la civilización que lo emitía podría estar en peligro inminente. Y aunque Carlos y todos los miembros de su equipo eran unos profesionales del más alto nivel científico, el asunto a resolver se mostraba muy complicado. Habían podido comprobar que la señal recibida estaba encriptada y de una forma desconocida para la capacidad de los especialistas humanos, y el grupo de investigación no disponía de las herramientas necesarias para poder descifrar aquello de manera correcta.
El doctor Palermo, no obstante, continuó con su búsqueda inasequible al desaliento y al mismo tiempo motivando a las personas a las que dirigía, pero al final también cayó presa de en un profundo abatimiento, al comprobar que los resultados eran negativos. El hombre se mostraba incapaz de aceptar que aquello podría significar el fin de una civilización extraterrestre que era desconocida para él, pero quizá y por desgracia, posiblemente tuvieran una vinculación con la raza humana, y eso podría suponer que esta también estuviera en peligro. Carlos comenzó a temerse lo peor, sin embargo, una noche tuvo un sueño que lo cambiaría todo.
En su visión, apareció una extraña figura, un ser que irradiaba una potente luz dorada y que le mostró cómo desencriptar la misteriosa señal. Cuando despertó, Carlos Palermo tenía muy claro lo que debía hacer. Comenzó dando todo tipo de instrucciones a su grupo y juntos, sin tiempo que perder, se pusieron a trabajar en equipo sin descanso durante días hasta casi acabar extenuados después de muchas horas sin dormir, y finalmente, lograron por fin resolver el enigma.
La transmisión era una advertencia de una civilización muy avanzada que había sido atacada por una raza de seres provenientes de dimensiones intergalácticas de la profundidad más oscura que amenazaban con aniquilar todo a su paso. Su único objetivo era destruir el Universo por completo, aunque las causas de aquel plan tan siniestro eran inexplicables.
El doctor Palermo sabía que como científico, pero sobre todo como hombre, era su principal obligación advertir al mundo de aquella terrible amenaza que hacía peligrar la supervivencia de la raza humana y lideró una misión para viajar al espacio profundo y unir fuerzas con la civilización extraterrestre en su lucha contra las terribles y destructivas fuerzas del mal. Algo que sin duda logró, por su fuerza de voluntad y valentía, pero principalmente por su enorme talento como científico.
Años después, el doctor Carlos Palermo se convertiría en una leyenda en la historia de la humanidad, recordado como el hombre que salvó no solo a una desconocida civilización perteneciente a otro planeta, sino también a la propia Tierra. Pero para él, la verdadera recompensa era haber cumplido con la promesa que le hizo a su padre años atrás, y haber descubierto el verdadero significado de su pasión por la ciencia y la exploración espacial.
El final de esta historia fue que el reputado investigador desapareció un día de su domicilio en la capital argentina de Buenos Aires. Tenía 65 años de edad y jamás nadie volvió a saber nada más de él. Aunque hubo versiones dignas de todo crédito que afirmaban que los extraterrestres a los que había ayudado, lo habían invitado a conocer su planeta y de paso a beneficiarse de sus enormes conocimientos, lo que sin duda alguna supondría algo extraordinario para el futuro de su raza.
"Tyakobi"
Todo comenzó en una calurosa tarde de verano, cuando estaba caminando por un pequeño parque cercano a mi domicilio. De pronto vi a un hombre sentado en un banco, fue como si hubiera aparecido de repente, ya que un par de minutos antes, cuando divisé el lugar a lo lejos, no me pareció ver a nadie. Me di cuenta, al momento, de que el misterioso individuo tenía la mirada perdida en el horizonte. No sé por qué razón, pero tuve una extraña conexión con aquella persona y sentí un impulso irrefrenable de decirle algo, así que me acerqué a hablar con él. A partir de ahí comenzamos a charlar y me contó su historia, un relato tan increíble que me costaba creer que fuera cierto mientras lo escuchaba con la máxima atención.
Me habló de que su vida había estado llena de aventuras, misterios y extraordinarias experiencias, que cuando era más joven realizó una gran cantidad de viajes a lugares exóticos y peligrosos. Me contó sus múltiples relaciones amorosas y también las innumerables y dolorosas traiciones que había sufrido por parte de algunos a los que había considerado amigos. También me mostró fotografías, documentos y otras pruebas materiales que parecían confirmar todo lo que decía. Pero lo más asombroso fue cuando me habló de su increíble experiencia con un ser sobrenatural llamado Tyakobi, del que yo había oído hablar en alguna ocasión, aunque siempre había creído hasta ese momento que solo existía en algunas leyendas relacionadas con el mundo fantástico relacionado con pasajeros intergalácticos que provienen del espacio exterior y que llegan a la Tierra desde lejanos y desconocidos planetas.
Al final y después de todo lo dicho, el misterioso hombre del parque, me convenció de la existencia real de Tyakobi, y de otros seres de su misma procedencia que habitan de forma muy discreta y mezclados con los humanos en diversos lugares de la Tierra, sin que nos demos cuenta de su presencia y de cuya existencia solo están al corriente algunos privilegiados, especialmente elegidos, por fuerzas poderosas de origen inexplicable.
Sé que lo que les he contado puede sonar a una historia excesivamente fantástica, pero les aseguro que todo es cierto, yo doy fe de ello, y les puedo decir que no estoy loco. Todo es verdad. Pueden creerme o no, esa decisión queda en manos de cada uno de ustedes. Lo único que les pido es que nunca dejen de pensar en lo imposible, porque muchas veces la realidad supera la ficción, algo que cada vez se demuestra con más frecuencia en la existencia diaria de los terrícolas.
"El viaje"
Mi nombre verdadero no importa, todos me conocen como Charly y así quiero que me llamen. Siempre me ha atraído la aventura. Recuerdo que cuando era niño, pasaba horas perdido en mis libros de aventuras favoritos, imaginándome en tierras lejanas y viviendo experiencias arriesgadas. No pasó mucho tiempo antes de que me diera cuenta de que quería experimentar esas cosas por mí mismo. Ardía en deseos de pasar de lo escrito en un papel a la más emocionante realidad.
Cuando apenas había cumplido los veinte años, metí en una pequeña mochila lo imprescindible y emprendí un largo viaje que cambiaría mi vida para siempre. Me desplacé hasta Tailandia, un país que siempre me había fascinado, y comencé a explorar todo lo que tenía para ofrecerme.
Caminé a través de densas y en ocasiones peligrosas junglas, nadé en aguas cálidas y cristalinas, y probé comidas deliciosas que jamás había tenido el placer de saborear. También conocí a personas increíbles que me aportaron un excelente aprendizaje de vida, y otras que, al igual que yo, estaban deseosas de vivir nuevas experiencias, viajeros de todo el mundo, cada uno con sus propias historias y anhelos. Incluso tuve tiempo para enamorarme de una preciosa tailandesa, una joven pintora, que me impresionó con su arte y su exquisita sencillez, y que además me dio a conocer toda la belleza de su país.
Pero por desgracia, mi aventura asiática dio un giro muy desagradable cuando me encontré atrapado en una peligrosa situación. Aunque prefiero no entrar en detalles, porque no me gusta mirar en exceso al pasado, sobre todo cuando este es negativo. Baste decir que llegué a estar aterrorizado temiendo por mí vida. Pero de alguna manera, me las arreglé para salir indemne de una angustiosa situación provocada por unos peligrosos bandidos que intentaron secuestrarme, ya que tuve la mala suerte de que aquellos criminales tailandeses, me confundieron con otro joven que tenía más o menos mi edad y cierto parecido físico conmigo, y que era multimillonario. Sin duda pretendían hacer un gran negocio, pero desde luego, yo no iba a ser su deseado tesoro.
Cuando todo se aclaró y mis secuestradores se dieron cuenta del error que habían cometido, me dejaron marchar, pero me advirtieron de que si iba a la policía a denunciar lo que me había sucedido, no viviría para contarlo, es decir, que no saldría vivo de Tailandia. Tenía claro que iba a regresar a casa lo primero posible, es decir, a toda velocidad. Fue lo que hice y como se suele decir, sin mirar hacia atrás, pero con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho y a punto de desbocarse. Y hasta que no me vi sentado en el avión, volando de regreso a mi país mientras me alejaba de Tailandia, no recuperé mi tranquilidad. Atrás tuve que dejar a Karnchana (que en tailandés significa una chica hermosa y encantadora) mi breve amor oriental, pero no había elección, mi vida estaba por encima de mi pasión.
Ahora, pasados unos años después de aquella excitante y, sobre todo, peligrosa aventura, todavía recuerdo aquel viaje como una mezcla extraña de emociones. Fue la experiencia más increíble y emocionante de mi vida, pero también fue, con diferencia, la más aterradora, ya que en algún momento llegué a estar convencido de que aquellos desalmados me iban a enviar directo al otro barrio. A veces me pregunto si hice una tontería al emprender ese viaje, y correr tales riesgos, pero la vida es tan sorprendente, que nunca sabes lo que el destino te depara a la vuelta de la esquina. Pero casi siempre la adversidad, te aporta también experiencias positivas, y todo lo que aprendí y experimenté en aquellos tiempos, creo que me sirvió a lo largo de mi vida para hacerme mucho más fuerte, y saber adaptarme mejor a las circunstancias aciagas que a todos los seres humanos nos somete en ocasiones la existencia.
Y si tú, amigo lector, que estás ahora descubriendo este relato, sientes un deseo irrefrenable y apasionado por viajar, te recomiendo que sigas los instintos de tu corazón. Tomar riesgos, explorar lugares desconocidos y conocer gente nueva, es sin duda algo muy estimulante, aunque nunca sabes a dónde te puede llevar tu aventura y nada garantiza, que lo mismo que me pasó a mí en su momento, no te pueda suceder a ti, incluso sin viajar, esperemos que no, por supuesto. Y es que en ocasiones, casi sin moverte de tu domicilio, puedes tener la mala suerte cuando, simplemente, bajes a comprar el pan, de encontrarte al caco de turno agazapado en el portal de tu edificio, que a punta de navaja o de pistola, y en tono amenazante y sin miramientos te pide la cartera.
La conclusión final de la historia, es que si tu deseo es moverte para conocer otros países y dispones de los medios económicos para ello, ¡no te quedes nunca en casa! ¡Mucha suerte y feliz viaje!
"La fiesta"
La fiesta en la casa de Mónica se encontraba en pleno apogeo. La música sonaba muy fuerte, las risas exageradas se oían por todas partes y la gente se movía de un lado a otro de manera frenética.
Desde la perspectiva de Mónica, la fiesta, su fiesta, era un éxito. Había preparado todo con gran esmero, desde la decoración con gran cantidad de adornos hasta la comida y bebida en cantidades desmesuradas, como se suele decir, daría para dar de comer y beber a todo un regimiento. Veía a sus amigos pasarlo muy bien, disfrutando a tope y eso la hacía sentirse enormemente feliz y se felicitaba por haber conseguido reunir en su hogar a sus más queridas amistades.
Pero desde el punto de vista de su vecino Daniel, la fiesta era una verdadera molestia con un ruido insoportable y había tenido que sufrirlo durante una gran parte de la noche porque la desmadrada juerga no finalizó hasta las cuatro de la mañana. Daniel no quería problemas e Intentó ignorar lo que sucedía, pero al final su paciencia se agotó y decidió llamar a la policía para que pusieran fin al estruendoso festejo.
Para los amigos de Mónica, la reunión era, sin duda, una excelente oportunidad para divertirse y olvidar los problemas cotidianos, dando rienda suelta a los enormes deseos de todos los asistentes para pasarlo bien.
Todos disfrutaban sin límites de la música, bebían y charlaban animadamente. La atmósfera era cálida, amistosa y sobre todo muy divertida.
Sin embargo, para Quique, uno de los invitados, la fiesta era una pesadilla. Había bebido demasiado y se sentía bastante perdido. Llegó un momento en el que la gente allí reunida, ya le empezaba a resultar ruidosa y molesta, cada vez más, e incluso la música, que al principio era de lo más estimulante, ahora lo único que hacía potenciar su ansiedad. Quería irse, pero no sabía cómo hacerlo sin llamar la atención. Su objetivo era desaparecer sin más, y no despedirse de nadie, y de esa forma librarse de tener que dar explicaciones a sus amigos.
Por último, y de nuevo desde la perspectiva de Mónica al día siguiente, la fiesta había sido divertida pero excesivamente caótica. Había encontrado vasos y platos por todas partes, y también restos de comida esparcidos por el suelo. Y lo peor, es que algunos de sus muebles estaban ligeramente dañados. A pesar de ello, se sentía muy agradecida por la presencia de sus amigos, ya que eso la hacía sentirse querida y valorada por su gente, y por eso ya estaba planeando organizar otra fiesta muy pronto.
En conclusión, cada persona tiene una visión personal sobre un mismo hecho. Lo que puede parecer divertido para algunos, puede ser una molestia para otros, y viceversa. Lo que para unos es un éxito, para otros puede convertirse en algo decepcionante. Al final, la conclusión de esta historia, es que solo al considerar diferentes puntos de vista, se puede tener una visión mucho más completa y variada de la realidad.
"En la ciudad"
La ciudad era una auténtica anarquía. Las calles estaban llenas de gente corriendo de un lado para otro, automóviles pitando, sirenas sonando, y todo rodeado con un asfixiante envoltorio de una implacable contaminación. El sol iluminaba con intensidad el cielo y el calor era sofocante. Me detuve en la esquina y cerré los ojos por un momento, tratando de recuperar el aliento.
En aquel instante, pensé en mi querida abuela, en su voz suave y cálida, en sus manos arrugadas pero fuertes. Recordé cómo me contaba historias mientras me acurrucaba en su regazo, también me enseñó a cocinar algunas sabrosas recetas, pero sobre todo lo que aprendí de ella fue a saber cuidar de mí mismo, pero eso sí, estaba de forma permanente estaba ahí cuando la necesitaba, aunque no siempre la valoré lo suficiente, algo que a los seres humanos nos sucede con mucha frecuencia con nuestros seres más queridos.
De repente, un grupo de jóvenes pasó corriendo por la acera estrecha en la que me encontraba empujándome hacia un lado. Me enfureció su falta de respeto y su indiferencia hacia el prójimo, pues ni tan siquiera se disculparon, Pero luego pensé que su único pecado era la juventud, así que me acordé de la mía y quizá yo habría hecho lo mismo en su momento, e incluso cosas peores. Y es en ese instante cuando uno se acuerda de los errores cometidos cuando eres un becario de la existencia. También me vino a la cabeza la época añorada de mis veinte años, cuando me sentía pletórico, invencible e incluso inmortal, hasta ahí llegaba mi nivel de gilipollez en aquellos tiempos.
Seguí caminando después del pequeño percance. La música demasiado estridente de una tienda llamó mi atención, sin duda, me sonaba muy conocida. Me detuve por un momento, escuchando la letra de la canción. Me hizo pensar en mis relaciones pasadas, en amores extraviados, y en otros desaprovechados. ¡Amigo, ya es tarde para lamentarse de las oportunidades perdidas!, eso fue lo primero que afloró en mi pensamiento. Y me pregunté si alguna vez encontraría a alguien que me hiciera abandonar mi soledad sentimental, aunque luego lo pensé mejor y llegué a la misma conclusión de siempre. Ejercer de individuo solitario, me aporta una tranquilidad inmensa, que actúa como un bálsamo implacable para mantener mi buena salud física y emocional. ¿Qué más puede pedir un ser humano normal?
Seguí caminando y atravesé una calle angosta y un poco oscura. Las sombras de los edificios me daban algo de alivio para que el sol abrasador no calentara mi coco en exceso. De repente, me detuve en seco. Vi a alguien que no había visto en años, aunque ella no me vio a mí. Era mi exmujer, iba muy acaramelada con su nueva pareja. He de reconocer que por un momento me fastidió verla tan feliz con alguien que no era yo, pero también pensé que ese era un pensamiento muy egoísta por mi parte, así que traté de olvidar lo más pronto posible lo que había visto y continué mi ruta, sabía que tenía que seguir adelante.
Mientras caminaba, iba pensando en mi vida, en mis sueños, en mis miedos y en todo aquello que me quedaba por hacer, el pasado era algo inexistente. La ciudad seguía siendo un caos, pero en mi mente, todo estaba más claro, creo que el ejercicio me había aclarado bastante las ideas. Sabía que tenía que tomar el control de mi vida, ya que en los últimos tiempos reinó cierto descontrol en mi existencia y en algunos momentos, el miedo me atenazó de forma exagerada y dañina. Me di cuenta de que tenía que ser más valiente y también mucho más fuerte
Llegué a casa, cansado pero satisfecho. Me senté en mi sillón, cerré los ojos y respiré profundo. Sabía que me quedaba mucho por hacer en la vida, y también era consciente que ya estaba listo para enfrentarme a mis bloqueos existenciales. Y me di cuenta, a pesar de todo lo negativo que a una persona le pueda suceder, que lograr respirar cada día es algo que no tiene precio y yo estaba decidido a seguir haciéndolo por mucho tiempo.
© Fran Laviada "En el parque"
La luz del sol se filtraba a través de las hojas de los árboles, creando sombras que danzaban en el suelo como incansables bailarinas. Roberto estaba sentado en un banco del parque, con la vista fija en la figura de su hija Silvia, que se divertía en la zona de juegos. Todo era perfecto y tranquilo en ese momento. Sin embargo, las cosas no eran tan idílicas como parecían. Roberto llevaba meses intentando superar la pérdida de Marta, su esposa. Trataba de mantenerse fuerte por su hija, pero la soledad que sentía, era abrumadora. Había llegado al parque buscando algo de paz, tan solo un poco de respiro, en medio de la confusión y la tristeza que presidían su vida diaria. De repente, un grito estridente lo hizo sobresaltar. Se levantó rápidamente y corrió hacia la zona de juegos, donde encontró a Silvia con lágrimas en los ojos. Una niña mayor la había empujado tirándola al suelo.
Roberto respiró profundo y trató de mantener la calma mientras consolaba a la pequeña. La niña que arremetió contra su hija, se había ido corriendo, y aunque Roberto quería hacer algo al respecto, su prioridad era Silvia. La llevó al banco donde se sentaron juntos mientras él examinaba su brazo lastimado en la caída. Afortunadamente, la lesión no parecía ser grave. Mientras se aseguraba de que su pequeña estuviera bien, Roberto se dio cuenta de lo frágil que era la existencia. En un momento todo era paz y tranquilidad, y al siguiente su hija estaba llorando y su mundo parecía haberse derrumbado. A pesar de todo, sabía que tenía que seguir adelante. Tenía una hija que lo necesitaba, y ella era la razón de su existencia.
Después de unos minutos, Silvia se recuperó y volvió a jugar, tan solo había sido un pequeño susto en la feliz e inocente vida de la niña. Roberto la observaba con una mezcla de ternura y tristeza en su corazón. Sabía que nunca sería capaz de reemplazar a su esposa, pero también era consciente que tenía que hacer todo lo que estuviera en su mano para darle a la pequeña la mejor vida posible. Mientras su hija jugaba, Roberto se concentró en sus pensamientos, reflexionando sobre la fragilidad de los seres humanos y lo importante que era vivir en el momento presente. Se prometió a sí mismo que haría lo posible para encontrar la felicidad de nuevo, por su hija y por él mismo.
¡Todo va a estar bien!, se dijo. Y en ese momento, aunque sabía que el largo camino que le quedaba por recorrer no sería fácil, se sintió un poco más fuerte, un poco más capaz de enfrentarse a todo lo que fuera que el futuro le iba a deparar.
© Fran Laviada